sábado, 18 de abril de 2009

La otra cara de ser madre...



Bueno, lo cierto y verdad, es que tras la queja como terapia a veces funciona, luego está el otro lado de ser madre, o de ser padres. Cuando son pequeños, infinitamente pequeños y les llevas en tu vientre, te conviertes en un haz de luz que supera el cansancio y la fatiga inimaginable. Algo tan pequeño, empieza a crecer y termina en tu pecho abrazado, bebiendo vida y soñando estrellas. Cuando les duermes, sus manos se aferran a la tuya, minúsculas y tiernas, sus deditos fraguan el sueño de Morfeo. Les cuentas cuentos y canciones a los pies de la cama, y te devuelven la mirada que sólo un niño sabe dar, la de la inocencia y la del amor verdadero. Incondicionales a tus brazos, a tu mano que pasa por sus cabellos junto a la almohada, y sientes el perfume de la niñez que en tiempo también viviste. Te levantas de su lado, cuando sus palabras son hasta mañana mamá, te quiero, no apagues la luz, y desde el quicio de la puerta miras algo tan hermoso y divino como tener un hijo. Son dibujos en la nevera, gomas del pelo en el baño, en el suelo, rotuladores en los cajones de la mesa de la cocina, caramelos en tu bolso, juguetes que te asaltan al sentarte en el sofá, enredos que llenan una casa de vida, más allá del orden impuesto por el adulto. Ser niño, qué gran tesoro, por eso, aunque nos toreen y a veces nos pongan que no sabemos para dónde tirar, todas estas pequeñas cosas merecen la pena, si al final, te ves reflejado en sus ojos. Dan muchas satisfacciones, al igual que disgustos conforme van subiendo en la vida, pero eso digo yo, acaso no era yo también otra elementa, bueno, un beso a todos.

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