sábado, 11 de diciembre de 2010

Navidad y costumbres que no se deben de perder...

Las luces de Navidad inundan las calles, los adornos, los motivos navideños, los belenes tradicionales. Los dulces, las tortas de naranja, cordiales. Es entonces cuando me viene a la mente en un acto como siempre nostálgico, el cómo se hacían los dulces de Navidad en mi casa. Mis abuelos tenían una máquina para picar tanto carne como almendra, y la fijaban a la mesa del comedor, una mesa de camilla hecha a medida y grande, sería de seis comensales, con brasero en invierno y faldas de camilla. Recuerdo que los paños de tela eran blancos con rayas azules, que había zafas metálicas grandes, y un olor a anís, a almendra, a huevo y harina. Recordando también, las manos de mi abuelo Agustín y mi abuela Teresa, haciendo cordiales, tortas de Pascua y de naranja, y de cómo se lllevaba todo a una panadería a que lo metieran en el horno. En unos armarios altos de la cocina, se disponía el manjar resultante, que abastecía a mis padres, mis tías y tíos y abuelos. Tortas que acompañaban los desayunos, las meriendas y los postres desde Diciembre hasta ya pasado Febrero. También recuerdo los encargos de las cajas de polvorones La Estepeña, que nos regalaba nuestro abuelo a las tres hijas, unas cajas atiborradas de polvorones y mantecados, con peladillas, y que brillaban en la encimera de la cocina o encima de la cama de matrimonio antes de sernos entregadas. Los almanaques, también era tiempo de los almanaques que nos obsequiaban, los habían de gatos melosos, de portales navideños, de paisajes nórdicos, almanaques que duraban todo el año en una alcayata.

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