martes, 24 de marzo de 2009

La madre de Carla


En los colegios, los padres y madres nos solemos conocer por el nombre de nuestras hijas e hijos. No es raro que me llamen con el nombre de mi hija en alguna que otra reunión: tú eres Alba, bueno, la mamá de Alba, ya, sí soy Nati, encantada, cuánto tiempo... Todas esas cosas que se comentan en los transcursos de las reuniones, de funciones que nos ofrecen los hijos a lo largo de sus años escolares, o de reuniones en las que nos explican algun tipo de actividad a desarrollar durante el trimestre. Una de esas madres, era ella, la madre de Carla, compañera de clase de mi hija Alba. Habíamos hablado y charlado unas cuantas veces, nos habíamos contado cosas de madres, de familia, de todo un poco. Ella aparecía como todas nosotras, con la prisa de no llegar tarde, con cosas en la mano, los libros o la mochila de la otra hija pequeña. Un día, mi hija se puso muy triste, Carla se cambiaba de colegio. Se lo tomó a la tremenda, se iba a Madrid, y pensaba que ya no la volvería a ver. Su madre se iba a casar con el que era su novio desde hacía un tiempo, y se trasladaban a su nueva casa a Madrid. En esas dos semanas de intercambios y de mudanzas, mi hija la llamaba día sí, día no, le decía lo que habían hecho en clase, y le preguntaba cómo era su nuevo colegio, su nueva casa, cosas que se dicen. Pero ayer, Alba llegó y me dijo, mamá tengo una mala noticia, dime le dije, la madre de Carla se ha muerto, fué ayer. No me lo podía creer. Llamó a su amiga para darle el pésame, y cuando yo quise hablar con ella, me sorprendió la tranquilidad de sus palabras, frente a las mías, temblorosas y cargadas de llanto. Qué triste irse en la flor de la vida, que una palabra médica, un derrame, o un infarto cerebral, te digan que no puedes seguir con tu vida, que no te da tiempo a volverte a casar. y que no te da tiempo a ver tus hijas crecer, a veces, la vida te enseña que no hay nada más cruel que la propia vida.

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