sábado, 9 de agosto de 2008

José Lucas en La Unión




Enamorarse del color es enamorarse de José Lucas. La Unión ha servido de tablero cultural en este mes de Julio, para albergar uno de los cursos impartidos por la Universidad del Mar. La obra de este genial artista sólo se ve superada por su propia persona, en donde la magia se hace presente con cada palabra surgida en el entorno, en el encuentro pictórico, en la cotidianeidad del momento. La certeza del trazo, la mirada profunda y el color constante, que fluyen de una manera entrelazada, dan paso al resurgir de la primavera en sus cuadros. Nos hemos adentrado en el curso y la creatividad, lejos de la atadura convencionalista, ha dado paso al resurgir de la necesidad poética y pictórica que el hombre lleva en su interior. Mirar la obra de José Lucas, es rendirse al arte en todas sus manifestaciones.

Encuentro pictórico en La Unión

Renace un limonero con su verde quebrado bajo el sol, mientras las palmeras ondean en el horizonte, perfilando un paisaje tostado por el calor. La mañana se despierta, las puertas se abren, y los coches van entrando, la finca se va despertando. Botes de pintura abren sus pequeñas bocas, y humedecen los pinceles con sus colores rebosantes en mitad del calor. Agua, papel y mano, todo está por empezar. Qué tal has dormido, pareces tener cara de cansado, no, ayer no me acosté demasiado tarde, el puerto se quedó conversando conmigo acerca del horizonte infinito, de barcos amarrados al puerto, de cosas de mar. Me gusta cómo va quedando, dale un poco de naranja por aquí, y este no lo toques, déjale secar. Dime algo más, ya sé que de todo hay que hablar. Me cuentas de tu tierra, de la mano de tu madre acariciándote el pelo, como si aún fueras un niño pequeño. De tu Cieza, de tu tierra siempre en la palma de tus manos. Será ese verde que pintas, un trozo de aceituna que siempre queda por tus manos. Sí, el Café Gijón es un lugar al que ir, aún no he pisado ese Madrid del que tanto hablas, y espero a que atiendas al grupo, mientras te sigo observando. Te detienes junto al resto de compañeros, y todos se dejan arrastrar por esa estela que dejas cuando pasas por su lado, cristalina y brillante. ¡Agua!, que no falte el agua, esos pinceles los quiero limpios, acércame el bote de cola, -¿no te importa?, y los cuadros empiezan a coger una vida desconocida. Te preguntamos, y nos contestas como si toda la vida hubiésemos estado hablando, te inunda la poesía, los poetas surrealistas, y una admiración por la palabra que taladra el folio. Suena el teléfono, y tu voz inunda la estancia, haces presente a aquel con quien hablas, y nos trasladas a todos allá donde tu voz resuena, en otra parte del mundo, en un Biarritz desconocido, y te despides con un enseguida ponemos en marcha lo que te mandé. Hace calor, y el tiempo apremia, estamos en el meridiano del curso, el tiempo se nos escapa, a pesar de querer para todos ese instante de genialidad que compartimos contigo en mitad de papel que se acaba, del acrílico desnudo frente al blanco níveo, y el suelo se sigue llenando de color, tapizando una alfombra colorista, en mitad de la nada florecida. Una manguera riega el césped que crece junto a la terraza, parece lamentarse de tu pronta partida, y te devoramos en preguntas. Se ha hecho la hora de comer, y partimos en caravana hasta el pueblo, desierto por el calor del mediodía, y una mesa nos reúne para compartir el pan del artista. La tarde da paso a las tertulias poéticas y cinematográficas, y el arte sigue su cauce, como torbellino en el horizonte. La Unión se mece al compás de tu paso, y se despide con un hasta pronto, en medio de este singular curso, en el que la vida se funde con el color de tus cuadros.

Nati Mus

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