martes, 15 de abril de 2008

Quiero mi cuento



Quiero mi cuento, me lo prometiste, venga, un ratito sólo y me duermo. Me repite cada noche la misma petición, y acabo de darme cuenta de qué ocurre cuando los niños se hacen grandes, que dejan de recibir esa transmisión oral de manos de sus padres o allegados. Por qué se deja el cuento sólo para una etapa temprana de la vida, acaso la mente creadora no tiene cabida en la mente adulta. He escuchado frases como : - ya eres muy mayor para que te estén contando cuentos. No es cierto, nunca se es demasiado mayor para que te cuenten cuentos. El cuento, la historia, es una necesidad humana, que de hecho, en la edad adulta se sigue completando de la mano de la novela. No es inusual descubrir un libro en la mesilla de cualquier dormitorio, o debajo de la cama, o junto al sofá o en una estantería cercana al comedor. El cuento crece con el niño, y se enmascara en forma de novela adulta para seguir acompañándonos a lo largo del tiempo. El vacío producido por la ausencia de un interlocutor que nos narre esas historias inventadas, leídas o escuchadas hace que la comunicación vaya perdiendo puntos a lo largo del tiempo. El libro del adulto no ha quedarse como un reducto logrado y olvidado en una estantería, su fin último es la trascripción al resto del mundo de su historia de una manera verbal. Si el libro te regala su contenido, su perpetuidad se nutre de la palabra del lector para con otro ser humano, ahí es cuando la letra impresa se renueva de vida y ha cumplido su fin último, aunar a las personas por medio de la palabra.

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