domingo, 26 de septiembre de 2010

Habitación 620

LLevo en mente escribir desde hace un tiempo, pero me ha resultado imposible. La gestión del tiempo a veces se nos escapa por más que madruguemos. Hemos estado la familia en vilo, con el estómago encogido en el puño, mi padre se ha pasado quince largos días en un Hospital. Los padres nos dan sustos, la edad dicen unos, la mala gestión de un diagnóstico, dicen otros. Empezço a perder peso las últimas semanas, de una manera inusual, se dispararon los valores del azúcar, y las fuerzas le flaqueaban. La fiebre empezó a hacer presencia, y no se marchaba, instalada en una infección en su estómago, y no era nada. Papá qué te ha dicho el médico, nada me a mandado unos análisis, nada, que vuelva mañana, nada que no está la enfernera, nada, que la semana que viene, nada, que deje de tomar esta medicación, nada, que estoy muy cansado, nada, que me voy a echar un rato, nada que tienes 38, papa que sigues con 39, nada que vamos al hospital y yo de aquí no me muevo. Entramos a las cuatro de la tarde, y ocho horas despué, de estar esperando en una silla de ruedas, de no comer en el transcurso de esa espera, de coger temblores, de llevar la espalda mojada, después de doce horas, su padre va a ser ingresado. Así que ya ven, luego llegó lo otro, hay que operar, a ver qué hay por ahí, y a esperar pruebas, lo cierto y verdad es que si no lo llegan a operar al día siguiente, mi padre estaría bajo una losa de mármol y de cientos de flores rojas. Eso llegará algún día, pero no en este mes de Septiembre, no en este Otoño que entra, no ahora, porque ahora no era su hora, y eso que no era nada, que vuelva usted mañana. Un beso, y hasta pronto.

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